miércoles, 3 de junio de 2009

La otra cara de la moneda


Me he enterado hace poquito, como una tal Susan Boyle, concursante de un famoso programa británico, ha sido hospitalizada en un psiquiátrico debido a la presión a la que se la tenía sometida. Por lo visto, esta mujer, debido a su gran voz, ha pasado de ser una desconocida a ser una estrella mundial, en apenas un par de meses o menos.

Se le ha inculcado el hecho de ganar a la primera como única meta, se le ha lavado el cerebro con dicha lección y cuando esto no ha sucedido, todo el mundo periodístico ha saltado a su pobre yugular, como si de una bestia se tratara.

¿Qué cojones nos está pasando? ¿Qué valores estamos trasmitiendo hoy día?

Me vienen otros casos sangrantes a la memoria, como el de Rosa, la primera ganadora de O.T. y explotada hasta la náusea con el rollito cutre de ganar Eurovisión, por ejemplo. Como no lo hizo y como de personalidad andaba algo corta, se cebaron con ella y ahora anda sin pena ni gloria y lo que es peor, sin aprovechar su gran voz.

También recuerdo a Poli Díaz, el potro de Vallecas, un chaval humilde con una formidable pegada. Perdió la final mundial de su categoría de boxeo y se le empezó a ningunear por todos lados. Muchos buitres olieron la carroña y devoraron su fama y su fortuna hasta reducirle a un cadáver viviente que iba a las Barranquillas a pillar su dosis diaria. Adicto, como adictos se volvieron deportistas de renombre: Julio Alberto, Maradona, Ben Johnson...

Ahí quedan los nombres de Macauley Culkin (el niño de solo en casa) o Haley Joe (el niño de la película el sexto sentido), etc, etc... Todos con un pasado brillante y ahora, con un presente desesperanzador.

Vivimos inmersos en una cultura de usar y tirar que promocionan los medios de comunicación y que nosotros mismos ayudamos a mantener, permitiendo a nuestros hijos que vayan a los casting de esos concursos de mierda, no sea que el chaval gane y nos saque del arroyo, como aquel que dice. No tenemos en cuenta que pasará después, cuando a ese chaval o a esa chica adolescente le digan que no sirve o que deje de intentarlo. Nadie nos prepara para el fracaso y es jodido. Sí. Porque sin fracaso no se madura ni se aprende. Sin haber conocido antes el fracaso uno no consigue luego el éxito o por lo menos, ir tirando hacia adelante.

Ésta es una de las lecciones que se pueden extraer de la novela en la que salimos. De las circunstancias tan duras por las que yo pasé y de las que he salido poco a poco gracias al cariño de la gente que me rodea y quién sabe si de algo más.

Me parece patético y nausebundo que hoy día no se les enseñe esto ni tan siquiera en los colegios. Todo tiene que ir deprisa y corriendo. Lo queremos todo de golpe y bien hecho y no. No es así. Nunca ha sido así. Mi abuela decía que los mejores guisos son las que se cocinan a fuego lento y no le faltaba razón. Sólo cuando uno va saltando los obstáculos que la vida le va poniendo en el camino es cuando puede ver la meta más cerca. Y no hay camino fácil ni tampoco caída de la que no se pueda salir.

Pero claro, yo sólo soy un personaje de un cuento de hadas contemporáneo y además autoeditado. ¿Quién me va a escuchar?